¿Quién tiene la verdad?
A mí me gusta creer en algunas cosas. Me gusta tener déjà vu y pensar, sentir, que ya estuve, que ya viví. No quiero oir la lata de la pequeña epilepsia lóbulo temporal, las alteraciones de la percepción y la memoria o la incapacidad de establecer secuencias. Ya no sé si un déjà vu es una falla en la Matrix o un buen álbum de Crosby, Stills, Nash & Young. Pero claro, tengo a veces esos déjà vu, esa sensación de haber visto o sentido esto antes, y me maravillan esos segundos mágicos.
Después se me olvidan.
Porque hay cosas que sólo se creen o se sienten. Debe haber mil explicaciones científicas para las mariposas que se sienten adentro cada vez que ella se acerca y me besa. Pero me gusta sentirlas. No quiero que me hablen de glándulas secretando sustancias. Quiero hablar del vértigo de sentirla sobre mí. Y pese a que nunca me han leído las manos no creo que haga mucho daño escuchar que un gran cambio se avecina, que un viaje te hará conocer a alguien inesperado o que Tauro se aviene con Cáncer.
Hay creencias que hacen daño, pero tienen más que ver con las ideologías, con la cosa humana.
La ciencia quiere entregar verdades y certezas absolutas. Otros nos rayamos con la luna, y no precisamente con su geología. Me interesa el conocimiento humano, cada día me sorprendo más, maravillado con lo que se crea o descubre, pero también me interesan sus trivialidades, las sensaciones, las percepciones. Es que me gustan todas esas cosas inexplicables, -seguramente tienen algún ejemplo-. Y saben qué, no son más que algo del opio necesario, de la conversa del café, de la trivia o de un post intrascendente. Como este. Como tantos.
Pero igual es interesante. ¿Quién tiene la verdad?
Al final, quedamos los que puedan sonreír.
PRUEBA
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