Oscuros en la intimidad
miércoles, noviembre 05, 2003
Este artículo fue publicado por Eugenia Weinstein en su espacio de la Revista del Sábado de El Mercurio, columna de la cual soy asiduo lector y admirador. Recuerdo que cuando conocí a Martine nos sorprendimos mutuamente al darnos cuenta que ambos recortábamos y guardábamos artículos de esta psicóloga, clever y precisa como pocas.
Eso. Así que les regalo la lectura.
Oscuros en la intimidad.
Muchas personas inteligentes y con grandes cualidades no resisten demasiada intimidad en sus relaciones de pareja. Prefieren pasar más tiempo consigo mismos que en compañía de su amado, son de pocas palabras en sus expresiones de afecto y se retraen para recuperar energías después de un contacto íntimo. Rehuyen las manifestaciones de cariño continuas y viven el despliegue de emociones como una amenaza a su integridad psicológica. Se la pasan acotando y amurallando todo intento de sensualidad amorosa que supere su estrecho umbral de tolerancia a la intensidad afectiva. Resienten todo acercamiento que supere sus posibilidades emocionales. Son difíciles de detectar pues disimulan con inteligencia, aún ante sí mismos, el ahogo y la angustia que les produce el exceso de cercanía en las relaciones amorosas. Detestan que su incomodidad sea puesta en evidencia, reaccionando con hostilidad y distancia cuando se creen descubiertos. Y se sienten injustamente criticados si se les hace mención de su desligamiento. Verdaderos autistas solapados, circulan por la vida con cartel de encantadores. Generalmente son cálidos, buenas personas, buenos amigos o atractivos socialmente. Brillantes en la calle, son oscuros, restringidos y estreñidos en la intimidad.
Quienes se enamoran de este tipo de personajes pueden pasarlo muy mal si no comprenden las restricciones que éstos tienen en su disponibilidad emocional. Las personas que son elocuentes con sus sentimientos y se nutren de la intimidad en sus vínculos afectivos, corren el riesgo de interpretar la constipación afectiva de su amante como incapacidad propia. Viven la frustración de sus impulsos cariñosos como falta de seguridad, la ausencia de reconocimientos amorosos explícitos como exceso de dependencia y la reticencia para conversar temas personales como indiferencia. De a poco se van apagando y marchitando de tanto frenar su ganas. Por cansancio van aprendiendo a negar sus deseos para que su amante no se sienta acosado. Involuntariamente van renunciando a su expresividad para evitar exponerse a la humillación del rechazo. Con la autoestima por los suelos se desgastan pidiendo y exigiendo una y otra vez lo que nunca les van a dar.
Si usted se reconoce como una víctima involuntaria de un constreñido emocional, ponga freno de inmediato a la espiral de angustia y desvalorización en la cual se encuentra. No reniegue más de su capacidad de amar, ni se sienta culpable por sus deseos, ni dude de sus percepciones. Cuando se siente rechazado, probablemente lo está siendo, cuando se siente sobrando probablemente sobra, y cuando siente que lo desconectaron afectivamente probablemente lo desconectaron. No es que su enamorado no lo quiera, sino que sólo puede hacerlo por ratos cortos. Es posible que abrigue profundos sentimientos pero carezca de la habilidad para expresarlos. Si lo ama va a tener que aceptarlo tal como es sin insistir en cambiarlo. Recalcar sus limitaciones sólo lo vuelve más distante, incómodo y esquivo.
Si usted está eligiendo pareja debe evaluar serenamente su capacidad para vivir con estas restricciones sin amargarse la vida. Si ya tiene un vínculo sólido trate de buscarle el lado bueno, nadie es perfecto. Intente enfrentar las diferencias sin minar su autoestima y con sentido del humor. Ojalá lo logre. Y no culpe a nadie, simplemente usted se hizo expectativas falsas y creyó que sus propias necesidades de intimidad eran universales. Bueno, se equivocó y de los errores se aprende. Ahora debe reflexionar seriamente y dilucidar qué va a hacer con su futuro. Pero antes de tomar decisiones recuerde que ni el más pleno de los amores puede calmar hasta la saciedad todas las ansias. Amar, entre otras cosas, también implica aprender a vivir con hambre.
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