Está muy recurrente el tema de la discriminación hoy en los medios, en las conversaciones habituales de amigos y familia.
Hablé aquí mismo de este tema, hace dos años. Sigo pensando lo mismo. La discriminación es de las peores cosas. Segrega, separa, desune.
Todo el mundo habla de la discriminación. Pero de lejos. Porque incomoda y molesta. Es un mal de otros, no nuestro, -hasta que lo sentimos cerca-, y ahí, y sólo ahí, lo sentimos distinto, cuando nos afecta.
Hay una especie de actitud para ignorar el tema, mirarlo y sentirlo bien de lejos, como para que no nos toque. Porque es incómodo esto de la discriminación. Seguramente ustedes han escuchado "tratan mal a los negros.... qué bueno que en Chile no hay", "qué pena que discriminen a los orientales... no conozco a ninguno", "más que discriminan, golpean a los homosexuales, por algo será", "tratan mal a los pobres, mmm qué lata, me da pena", "discriminan a mujeres en edad "fértil" en muchos trabajos (como si no tuvieran madre o hermanas ellos mismos), otra lata"; "discriminan discapacitados, qué gran pena"... y vemos los estacionamientos especiales llenos de tipos normalmente capacitados, pero discapacitados mentales, "bueno, y los desaparecidos... no sé, algo habrán hecho...", etc., etc.
Y así seguimos conviviendo con la mitad de la gente que discrimina abiertamente a indígenas, viejos, pobres, mujeres, gays, negros, morenitos, latinos, asiáticos, árabes, judíos, derechistas, izquierdistas, gordos, flacos, altos, bajos... y una larga lista que incluye ideologías, gustos, colores y credos. La otra mitad es la que no dice nada.
Y claro, es inevitable acordarse de esto:
"Primero se llevaron a los negros,
pero a mi no me importó, porque yo no lo era.
Enseguida se llevaron a los judios,
pero a mi ni me importó, porque yo no lo era.
Después detuvieron a los curas,
pero como yo no soy religioso, tampoco me importó.
Luego apresaron a unos comunistas,
pero como yo no soy comunista, tampoco me importó.
Ahora me llevan a mi, pero ya es tarde."
(Frase de Martin Niemöller, atribuida a Bertold Brecht. -Lo supe gracias al dato de
Metronick)
Eso es, no a la discriminación. Sí sólo a ver corazones. Sí a la diversidad. A aceptar. A reconocer seres humanos, con pifias, defectos, virtudes, gustos diferentes, ideas distintas. Y sí también a una mayor preocupación de verdad por lo que pasa en esta aldea global, aunque nos afecte "poco". No a las posturas políticamente correctas, pero falsas. No a la discriminación. Sí a la voluntad para respetar los derechos de todos.
Todos es todos. Hay espacio suficiente.
Lo peor es perseguir a alguien por sus ideas, por lo que piensa. Yo, de verdad, no discrimino a nadie. Ni por lo que le gusta, ni por lo que piensa, menos por lo que no le gusta ni no piensa. El problema comienza cuando hay engaños, abusos, mala fe, maldad. Cuando alguien pisotea los derechos de otro. Eso es distinto. Pero si a alguien le gusta lo que sea, es su asunto. Somos miles de millones en esta tierra, las ideas no ocupan lugar.
Porque es raro escuchar a alguien que te dice que odia a determinado grupo, porque ellos "discriminan" y la solución ofrecida es eliminar a ese grupo para que no discrimine más.
La discriminación es mala siempre.
Desde la diversidad y no discriminación, los saludo y recibo a todos en mi casa. Y si eres de los que discriminan, no te discriminaré por eso.
Prometido.
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