El escarabajo verde
viernes, julio 27, 2007
Caminaba por Antigua, ciudad de todos los adjetivos. Una gran máscara en una vitrina y una reproducción de una famosa portada en National Geographic llamó mi atención. El guardia, armado con un cañón más grande que él, como en casi todos los negocios de Guatemala, me saludó amable: Pase, me dijo, es el Museo del Jade.
Un lugar precioso, lleno de arte, formas y colores. Se me acercó una chica, ¿en qué lo puedo ayudar? Miro, le dije, si necesito algo, le aviso. Y de repente recordé que Verónica me había contado del escarabajo verde que tanto buscaba.
Muchas veces lo busqué en joyerías de Santiago y en cada lugar que iba.
Busco un escarabajo verde, le dije. Levantó los ojos y cuando me iba a hablar apareció Beatriz, la encargada del lugar. Yo atiendo al señor, le dijo. Me miró y habló: Hace mucho tiempo que nadie preguntaba por un escarabajo verde. Bueno, le dije, viajé diez mil kilómetros para encontrarlo. Beatriz dijo, la montaña lo ha guardado mil años hasta convertirse en lo que quieres. Pero lamentablemente, no tenemos, no en este momento. Decepcionado, pero con esperanza, le pregunté si podían hacerlo para mí, que era importante, que era para ella, que me quedaba hasta el sábado. Fue a hacer unas consultas y cuando volvió me dijo, listo, vamos a elegir el jade. Me contó y mostró la historia y leyendas del jade blanco, del verde, del negro. De los diferentes grados de cada color. Elegí un verde. Perfecto me dijo, el verde número 9.
Cuando salí de la tienda, recibí un mensaje de celular de Verónica. Sorprendido de su percepción, me metí a un café para contestarle, pero antes, sonó el teléfono, era ella. ¿Estás bien? me decía, sí, le dije, mejor que nunca.
Soñé dos noches con el escarabajo. El sábado fui a buscarlo.
Y hoy se lo entregué.