Me reencontré con el pan tostado. Rico, aromático, humilde y buen amigo. Y me como dos o tres, muerto de hambre y de ganas, porque llego tarde, hambriento, enrabiado, pocas cosas resultaron hoy, o en realidad, las que resultaron mal le ganaron a las varias que sí resultaron bien. Salí de una reunión, apurado, cerrando cosas que todavía estaban sin cerrar, aceptando hacer cosas imposibles para el lunes porque el tiempo no da, pero igual dije que sí, porque tenía que irme, porque le había prometido a ella que íbamos a una inauguración de algo, y estaba apurado porque quería cumplir. Y corrí al estacionamiento, con los minutos contados, y meto la llave y el auto click, click, click, y no partió, porque acelerado que ando, dejé las luces prendidas, y claro, la batería dura lo que dura, y no hay cómo estar dos horas con luces prendidas y nada, ya después ni siquiera hacía click. Y el cuidador me ayudaba a empujarlo pero no había cómo, ni para adelante ni para atrás. Muchos minutos después, con otro par de ayudantes voluntarios, alguien se apiadó de mí y me ofreció ayuda con su auto, saqué los cables para hacerlo partir, de batería a batería, conectamos y clack, el auto se bloqueó al recibir el impulso eléctrico, yo afuera y se activó el bloqueo central, todos los vidrios cerrados y la llave puesta con todo adentro, la chaqueta, la billetera, la mochila con el mac, el celular, las llaves de mi casa. Todo adentro y yo afuera. Respirar hondo y decir, ¿algo más?
El mismo ángel que me ofreció ayuda me ofreció su teléfono, llamé a la casa de los chicos y Rodrigo que estaba a punto de salir me dijo que ya, que pasaba a mi casa a buscar el duplicado de la llave y me iba a ayudar. Cuando llegó, yo ya estaba en colapso. Pusimos los cables, cargué unos segundos el auto y ya, a mil hacia Peñalolén, y claro, ella estaba a mil kilómetros, dándome instrucciones por teléfono por donde doblar y yo tratando de entender. Y después, todo el rato lejos.
Luego a un cumpleaños, a un bar, con mucha gente que jamás había visto y lo único que quería era irme, porque tengo que terminar la presentación para mañana, que me voy a Rancagua a dar un Taller de Blogs a unos profesores, y vamos 4 personas, todos voluntarios, y como ya dije, los mismos de siempre, de 852 miembros de la Achib, vamos más menos los mismos que ya fuimos a los talleres anteriores, una actividad avisada hace dos semanas, programada un día sábado para lograr mayor participación y bueno, la gente es grande, se supone que sabe que si quiere participar y ayudar es cosa de decir yo voy, pero bué, vamos los que vamos.
Me da lata que me de lata, pero me da igual. Aunque al final, me gusta tanto esto que me da lo mismo, me gusta enseñar a hacer blogs, a hablar de identidad, me gusta enseñar a usar YouTube, a sacarle partido real a Flickr, a subir fotos, a posicionar un blog en Google, enseñar trucos y tips con los que me demoré años en darme cuenta y que se comparten con ganas.
Bueno, el pan tostado es mágico. Me arregla todo. El genio, el ánimo y la buena onda. Quisiera hablar con ella, decirle que todo bien, pero es tarde, me meto al Mac, a Keynote, para terminar la presentación para mañana, y el bus parte a las 7 de la madrugada desde el terminal y no sé cómo voy a despertar a las 6, para poder levantarme y manejar hasta la Alameda abajo, subirme a un bus y una par de horas después estar hablando algo que se entienda y tratando de parecer habiloso.
Segundo té, tercer vaso de coca-cola, ya no quiero más pan.
Quisiera llamarla.
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