Felicidad Express
jueves, mayo 12, 2005
Leí por ahí hace algún tiempo que el regalo de la felicidad pertenece a quienes lo desenvuelven. Y es una linda frase. Como tantas. Y tantos son los caminos hacia ella, y muchos, engañosos, sólo dan vueltas, como en esos laberintos imposibles.
Uno de mis hijos me preguntó un día si yo era feliz, quería saber cómo se sentía esa felicidad. La respuesta fue larga. Y sus ojos, clavados en los míos, me contaban en secreto que sí era feliz.
El incentivo y la motivación de la eterna búsqueda de este estado de ánimo, de esta emoción indescriptible, ha marcado la vida a toda la humanidad. Y por ahí los epicúreos, y los hedonistas, y los religiosos y los que se conforman con un barniz light, y también los que dedican su vida a estudiarla. El derecho a ser feliz debiera ser el número uno de los derechos básicos.
No creo que alguien no la haya sentido, al menos alguna vez, quizá cuando niño, quizás amando mucho y saberse correspondido. Cuántas palabras escritas, cuántas canciones, cuántas promesas, nos hablan de esta frágil felicidad. Amor y desamor, encuentros y desencuentros, por ahí, ella se pasea, y va y vuelve. Y a veces te toca, y te regala una risa explosiva o una lágrima emocionada.
Esa felicidad, a veces tan frágil y esquiva, como las mariposas que le gustan a Martine, cuando tratas de perseguirlas siempre están más allá de tu alcance, y no puedes ni acercarte, y cansado te sientas tranquilamente, y hasta se te olvidan. Y quizás, de pronto, una se pose sobre tí. Todo dura un instante, un segundo, un suspiro, y el corazón, cálido, te dice: soy feliz.
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