Hola, el gusto es mío

jueves, octubre 06, 2005

Me llamo Roberto, nací en Santiago, hace muchos años. Lindo papá, linda mamá, lindos 3 hermanos: Susana, Claudio y Viviana.

Salí chico del colegio y de la infancia. Entré a la Universidad de Chile a estudiar Licenciatura en Filosofía, tenía 16 años y era dueño del mundo. Leía compulsivamente libros, revistas, productos, boletos, hasta la sopa. Escribía en agendas y libretitas. Después descubrí la Publicidad. Me fascinó. Entré a la Usach y durante tres años estudié en ambas partes, entre los clásicos, el diseño, la filosofía y la creatividad. Tratando de cuidarse en tiempos malos, con toque de queda hasta en el alma, me reencontré con un viejo y lindo cariño, eso que pasa a los 15, y comenzamos, más grandes, a andar juntos y a hablar de amor. Ya no me cabían más cosas en la cabeza. Opté por ella y por Publicidad. Creo que no me equivoqué. Finalmente, unos años después, de argolla, fecha y muebles comprados, me dejó. Larga historia. Fue la primera vez que escuché cómo se trizaba un corazón.

Luego, dos o tres años locos, locos, en que me puse una armadura fría y descomprometida, pero lo pasé bien. (Sí, yo sé que suena cínico). En fin, 24 años, ganaba plata, tenía auto, vivía con mis padres, pagaba la cuenta del gas. Vacaciones en New York, viajaba, y me gastaba la mayor parte de mi buen sueldo en comprar música, salir, carretes, amigas con ventaja y cosas así. El resto lo derroché estúpidamente.

Luego conocí a Cecilia. Llevábamos algunos meses y una noche de domingo, solo, de vuelta de su casa, choqué. Es decir, me chocó un loco a 90 kilómetros por hora en la puerta de mi auto. Estuve 11 días en la posta de urgencia y 163 días en cama. (Sí: 163 días). Ahí me tranquilicé un poco más, antes era un poquito acelerado. Tuve un noviazgo en cama. Luego, compramos un departamento y nos casamos, dos años después llegó el Ro, y 3 años más tarde el Fe. Rodrigo y Felipe, mis ojos. Ahora, grandes, ricos y compinches.

Con Cecilia estuvimos casados 19 años, de los cuales 15 o 16 fueron perfectos y mágicos. Por esas cosas del destino, la vida se encargó de separarnos. Ahora, somos buenos amigos. Muy poco tiempo después, conocí a alguien. Me enamoré de sus ojos, de sus palabras, de sus historias, de su acento frenchie, de tantas cosas.

Los dos años siguientes, dos veces nos separamos, la primera me quedé muerto, literalmente quebrado en mil partes. Abrí el Blog. La segunda vez, tal vez la vi venir, y no hice mucho tampoco por arreglar las cosas. Y me quedé con ese sabor de las cosas no dichas, esas que quedan en el aire, en rincones que siempre tuvimos y que no volvimos a entrar. No sé si nos dormimos, que hicimos o qué no hicimos, que todo pasó a ser parte del paisaje. Que ser como soy al final le daba lo mismo, y a mí me pasaba algo parecido, aunque tal vez un poco menos. Ya no nos emocionaba tanto todo, aunque habían momentos super buenos, que eran el cielo. Y de repente, a 100.000 años luz, cada uno detrás de la muralla, tratando de entender qué nos pasó.

Y ahora, esta sensación de déjà vu, de película vista, de crónica de desamor, me tiene loco.


Y la echo de menos, claro que la echo de menos, pero sólo cuando respiro.

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Créditos

Agradecimientos a mi MacBook, a los Marlboro que fumo, pero menos, la Coca-Cola, el cable, el control remoto, Google, Blogger, Twitter, los libros, la radio, ella, mis hijos, mi ex-psicóloga y muchos otros anónimos colaboradores que han contribuido y soportado mi comunicación precoz. Gracias por estar.

Más créditos

Foto del blogger: Bárbara Gallardo
Foto de Santiago by night: Mía.

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