Los dos lados

Siempre hay. Se necesitan. Son los dos rostros de todo, anverso y reverso, cara y sello, sueño y realidad.

A veces, uno de los dos es duro, cruel, injusto. Verdad y mentira, vida y muerte, amor y odio, ilusión y decepción.

Otras veces, son el equilibrio perfecto. Ella y él. La luz, la sombra, los dos lados del espejo, los dos lados de la cama, arriba, abajo, la entrada, la salida, hola, chao, sí y no.

Pero cuando estás lejos no sabes si eres llave o cerradura.

Y estoy lejos.
Lejos.
Y quisiera estar más lejos. Algo así como en Phoebe, la luna de Saturno. Y estar allá como quiero estar. Y quedarme un buen rato. Perderme un par de días. Hacerme el dormido y dejarme encontrar por ella cuando diga "éste es, éste es el que esperaba. Este es el que tiene la llave. La única, la precisa, para mi corazón". Y negarlo. Negarlo. Negarme. Sólo para saber si insiste. Sólo para sentir sus ganas. Para sentir que exploto dentro de ella. Para sentir que todos los lados se fusionan. Que ella es the one. Que soy the one. Y si no, no. Me quedo allá, lejos. Y miro a Saturno desde Phoebe.
Aunque extrañe la luna, la otra luna, la mía.




Y cuando vuelvo a escuchar mil veces a Ricky Lee y releo esto, lo siento raro, pienso que no lo escribí yo. Fue el otro lado, que a veces aparece. Yo soy este otro, el que quiere vivir el día, sentirme Icaro, volar al sol y, feliz, consumirme. Si hay mañana, perfecto, gracias, como ella me enseñó. Si hay pasado mañana, también, gracias.

Pero el otro lado tiene su encanto.
Será que te seduce sentirse the one para alguien.