Flores amarillas
viernes, noviembre 13, 2009
Una vez tuve una chica, que era como de Rusia antigua, de esos países raros con nombres lindos y que sólo viajaba en tren, recordando sus tiempos aristócratas mirando por la ventana. Cada vez que veía flores amarillas, se alegraba.
Para perderse.
Para perderse era.
Viajaba por muchas partes, evitando a los invidentes, buscando a los de seis o siete sentidos, como ella. Y escribía, de verdad que sabía querer con las palabras. Tanto, que se convirtió en una letra. Una sola.
A veces me acuerdo de ella. Debe estar por ahí, a la espera de un huracán o el olvido. El té de melisa, o arándano, la música, las fotos, las luces y sombras, le recuerdan otros tiempos.
Cada vez que veo una flor amarilla me acuerdo de ella.
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