Aires nuevos y el amor

Sucede que me cambio. Me cambio de barrio, de casa, de cama.

Yo, que soy ese mismo que ha dicho, los últimos diez años, que el mejor noviazgo es puertas afuera. Que ha defendido los espacios personales, la momentánea soledad buscada, la libertad, a veces bien ficticia, hay que decirlo, pero libertad pese a todo.

Conté hace poco que el tema se había estado instalando de a poco, y que estábamos comenzando a hacer planes para compartir techo, pan y los despertares.

Y bueno, estoy dispuesto a transar esa libertad y esos espacios, y llenarlos con amor. Porque el amor también me llena.

Tal como lo he dicho muchas veces, voy a seguir escribiendo lo que pienso y siento aquí mismo en este blog. Estoy por construir mundos intentando contar de los míos, tratar de captar, de aprender, -de aprehender-, cómo veo mi propio mundo y mis relaciones, mis encuentros y tratar de proyectarlos.

Y ya una vez, hace varios años, salí una noche al balcón, una de esas cuando me sentía solo y desencontrado, y frente a una multitud de estrellas de esa inmensa noche de verano, me prometí a mí mismo ser feliz.

Eso es. Y no voy a renunciar a eso.

Y como hay que aprender a amar más el viaje que el destino, voy a contar aquí mismo todo lo que disfrute de este viaje.

Ojo, en un par de semanas estaré con Verónica, con espacios nuevos, con despertares compartidos, y con mucha cosa nueva, que claro, te deja medio mirando al sudeste, pero también lleno de ganas por hacer este camino juntos. Y yo quiero, yo quiero mirarme en sus ojos. En esos ojos que me gustan tanto.