11 de septiembre, 40 años después

miércoles, septiembre 11, 2013

Ese 11, el de septiembre del 73, tenía 17 años. Estudiaba Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Chile y era algo así como dueño del mundo. Desperté con las noticias de la radio, lejos, en Chiloé, pasando las vacaciones obligadas de una Universidad cerrada a la fuerza. Ese día, muchos sueños, de este lado y del otro, se truncaron.

Todavía hay muchas preguntas sin respuestas, y mucho dolor dando vueltas. Puedo recordar claramente los libros quemados, el miedo en la calle, las conversas en voz baja, la desconfianza en quien nos escuchaba y no conocíamos bien, las noticias de alguien que se había asilado en alguna embajada o simplemente perdido, desaparecido.

Tengo casos más que cercanos, tristes y dolorosos, que se arrastran hasta hoy. Profesores del colegio, de la Universidad, amigos. Pero también tenía amigos contentos, familias enteras que celebraron la muerte de Allende, los bandos, los relegados, los exiliados. El "algo habrá hecho" era una respuesta muy concurrente para justificar el sin sentido. Y hoy, 40 años después, todavía no sé si Chile habrá dado un paso para avanzar en la reconciliación.

A veces pienso que Chile retrocede, y fechas como esta nos vuelven a separar. Es difícil el camino a la verdad, al reencuentro, especialmente cuando Chile duele.

Los medios nos inundan de resúmenes y programas especiales, los protagonistas de la historia entregan sus declaraciones, reconocimientos y verdades a medias. Algunos piden perdón. Algunos lo celebran, otros lo lamentan. Otros sólo "conmemoran". Y los que quedamos, los que vivimos todo esto, de este lado y del otro, somos los testigos de un período difícil, somos un par de generaciones marcadas por la fecha, por la figura del General y todo su entorno. Generación X. Con 13 años de toque de queda metidos en el cuerpo, en la adolescencia, en la adultez. Y entremedio gente que desaparecía, profesores, amigos o parientes. Por algo somos lo que somos digo yo. Esos 13 años de toque de queda nos marcaron a todos. Nos topamos después con las redes sociales y ya ve lo que pasó, nos pasamos transmitiendo al mundo todo, con esta sed inmensa e insaciable de decir cosas. Y lanzamos palabras al aire, al mar, como mensajes en botellas para que alguien los encuentre algún día, alguna vez.

Hijos del Estado del Sitio se dijo por ahí.
Pero somos sobrevivientes, lo que no es poco. Y nadie, de verdad, nadie salió ileso.

Dejar los rencores, enseñar a respetar, tratar de entender el dolor y dar un abrazo a quien lo necesite. Sobre todo dejar de negarlo. No permitir que suceda de nuevo.

¿Será ese el camino? ¿Quién necesita venganzas? ¿Podremos superarlo?
Sobre todo, nunca más.

4 comentarios. Escribe tu opinión aquí.:

hermes 11 de septiembre de 2013, 2:02 p.m.  

Como el mundo sigue ahí y seguirá diga lo que uno diga. Yo tenía 12 años, vivían en San Bernardo, en ese tiempo una ciudad habitación, casi todos trabajaban y estudiaban en Santiago, a 20 kilómetros.
En ese momento mi único interés ( a diferencia de muchos mayores que mi), era salir a elevar mi volantín ya que no se podía salir a la calle, y ahí estaba mi volantín al lado de la puerta que daba directamente a la calle con el hilo puesto. En la televisión pasaban imágenes que tenían a mi familia que no podían creer lo que pasaba. Hoy algunos celebran diciendo que gracias al gobierno de Pinochet no fuimos la nueva Cuba y otros tristemente dicen que les quitaron un gran sueño y una gran oportunidad de hacer un mundo más justo para todos. A 40 años sigue el país roto. Creo que esto nunca se va a olvidar.

Anónimo,  11 de septiembre de 2013, 6:19 p.m.  

Nosotros nos conocimos ese año,verano del 73 en San Sebastian. Nunca pensé que en Septiembre de ese año iba a estar gateando por el piso de mi departamento en Plaza Italia porque las balas entraban por las ventanas , estaba en el epicentro de los acontecimientos,con mi hermano bombero que salio al incendio de la Moneda y no supimos de el en tres días, mi mamá tomando calmantes y en la puerta de mi edificio se empezaba a construir el metro el socabón sirvió de trinquera de los militares para resguardarse de los franco-tiradores que estaban en el techo de mi edificio.
Desde ese día Chile nunca volvió a ser lo mismo,los Chilenos cambiamos y yo también, después de 40 años todavía siguen las secuelas de ese día.

Clodett.

Sonia 11 de septiembre de 2013, 7:28 p.m.  

Como mexicana y nacida hasta el 76 no puedo decir tanto como yo quisiera. Pero admiro y quiero a Chile y a su gente. Son buenos, buenazos de pe a pa.
Entiendo el dolor de un país que ha sufrido, porque acá nos tocó lo propio con otro tipo de dictaduras invisibles. Con una guerra que jamás peleamos, con una bota que nos asfixiaba de otras maneras. Finalmente, Chile me parece aún más valiente, con todo y lo que pasa en mi país, lo que viví antes y lo que vivo ahora.

A mí en lo personal, me enseñan a ser una mejor ciudadana, una mejor persona.

Gracias Rob por tu publicación. Lloro con Chile aunque no sea mi historia personal, porque los admiro de lejos y los acompaño en el corazón.

Abrazos. Sonia.

Roberto Arancibia 12 de septiembre de 2013, 9:33 p.m.  

Gracias por los comentarios.
Tal como dije en Facebook, sólo una cosa me gusta más que contar historias: Leer historias.
Cada uno de ustedes es un mundo, y tener la capacidad de leernos, de aceptarnos, de darnos un abrazo, es lo que nos distingue y llena de humanidad.
Gracias por eso.

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Créditos

Agradecimientos a mi MacBook, a los Marlboro que fumo, pero menos, la Coca-Cola, el cable, el control remoto, Google, Blogger, Twitter, los libros, la radio, ella, mis hijos, mi ex-psicóloga y muchos otros anónimos colaboradores que han contribuido y soportado mi comunicación precoz. Gracias por estar.

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