En el semáforo

Como Fittipaldi por no sé donde. Luz roja. Le compro una Coca-Cola al chico de ojos redondos. Debe tener 12 años, me ve los Marlboro, me pide uno, se lo doy. Chao. Saco el CD, y dejo que la radio me sorprenda: Casi salto: Patty Smith, una canción de fines de los setenta. Me lleva para atrás. Me veo estudiando Filosofía en la Chile, Publicidad en la Usach, leyendo como desaforado, pololeando a no sé qué hora, corriendo para cumplir, para llegar, para entregar trabajos, ir a reuniones a un satsang que me metí para probar, para buscar. Y me sentí bien harto tiempo. Me acordé de ella, que llenaba el resto del día en esos años. Me acordé de las fiestas con toque de queda. De esa vez en la playa cuando me llevaron en un camión, junto a otros trasnochados, agarrados por los milicos en un raid desde Algarrobo a San Antonio. Me acordé de ella que era linda y me encantaba y me retó porque estaba preocupada y por dejar que me agarraran. Y después me puse a trabajar, y a viajar y a estudiar no sé qué otra cosa. Y aquí estoy, esperando luz verde. Y pensando que tengo que ir a ver a Kusturika sí o sí, e invitar a Martine que le gusta. Y lograr que las cosas resulten bien. Todas, o todas las que se pueda. O todas las que alcance.

Y llegaré a la oficina a bajar la canción y a ponerla aquí y seguro encontraré una foto para poner, y me vuelvo a sorprender con la Patty Smith abrazada nada menos que a William S. Burroughs, y en una foto tomada por Allen Ginsberg! Desde acá puedo oler el humo. Tal vez debiera encontrarme con algo de la cannabis de esos años. En fin. Al lado mío una rubia en un jeep, reconoce la música fuerte y se sonríe. Claro que ahora es Barry White, así, cualquiera. Acelera y sale antes de la luz verde. Yo doblo. Llegué.