Latidos
viernes, noviembre 18, 2005
Me tiro a la cama con un álbum de fotos, antiguo, que encontré por ahí.
Cae un papel, está escrito:
?El deseo muere automáticamente cuando se logra: fallece al satisfacerse. El amor en cambio, es un eterno insatisfecho.?.
Y aunque por unos segundos me pierdo recuerdo que es de Ortega y Gasset. Y le doy vueltas y le encuentro razón.
Eterno insatisfecho. Pegote y carente.
Pero estoy bien. Hubo un tiempo en que me dolían las mañanas. En realidad me dolía todo, especialmente después de lo que Ortega llama logros del deseo. Ese que se pasa rápido. Y te deja un gusto raro de ansiedad silenciosa. No hay dedos, no hay letras, manos y palabras, menos.. El problema casi siempre es para la otra persona que comparte ese deseo urgente, ansioso y candidato a morir rápido. Arder y consumirse. La atracción de la gloria, la chispa, la llama. La redención que no llega y los silencios del después. Aunque casi siempre, no hay después.
Y hay veces que funciona todo. Música, campanas, estrellitas. Brazos que acogen. Palabras al oído. Magia.
¿Qué es lo que me hace, impulsivamente, marcar su número y avisarle de la luna?
¿Magia?
¿Costumbre? ¿Corazón?
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