Mariluz
jueves, noviembre 23, 2006
Te conozco hace, no sé, más de 30 años. Compañeros de colegio, amigos y compinches.
Volvimos a encontrarnos hace pocos años, en esos viajes por el túnel del tiempo que son los encuentros de ex alumnos.
Y me contaste del Diego, tu hijo chico. De los médicos, los exámenes, de los resultados raros y faltos de esperanza. Y hoy, cuando supe, por un email que alguien mandó, te fui a ver y sólo pude abrazarte. Y aunque imagino lo difícil que es encontrar paz en un corazón que pregunta tanto, sé que de repente me lees, y aquí, hablar, me cuesta menos.
Cuando me vine pasé a ver a mis dos hijos, al cumpleaños de su abuela, los abracé y los miré tanto que me llegó a doler. Y después a mi casa, a trabajar todo lo pendiente que tengo, y no puedo, porque me doy vueltas, porque me gustaría poder decirte palabras de aliento, transmitirte fuerza, o al menos decirte que estoy contigo, que está tu familia, y tantos, tantos amigos que te quieren y te dan la mano. Así como todas esas manos de niños que hoy te abrazaban y te decían que tenías nuevos hijos a partir de hoy.
Ay amiga, lo siento tanto.

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