Noches largas, sin sueños
viernes, septiembre 17, 2004
Anoche, con ganas de salir, llamé a la gringa. Ya, me dijo. Bien linda, le dije yo. Y sí que estaba linda. En el Liguria nos encontramos con el Rafa Cavada. Lo primero que le digo es porqué no posteaba más en su Blog Mañana será otra día. He estado más o menos, nos dice, tapado de pega y muy impresionado por lo que le tocó cubrir de los sucesos de Beslán. Igual ya escribí algo, nos alcanza a decir. Cuando pasó por la mesa a despedirse nos contó muy desencontrado y conmovido que recién le habían avisado de la muerte de un gran amigo, que murió fusilado junto a otro periodista en Bagdad. Hoy lo leo y le agradezco darme cuenta que todavía habemos muchos que no hemos perdido la capacidad de conmovernos.
Como siempre, rica la comida del Liguria, anoche especialmente bullicioso. Volvimos a mi casa, y la Sade nos cantó todo su DVD, mientras la gringa me decía "soy una sobreviviente de mi propia vida" y preparaba sus dudosos cigarros. La última vez que nos vimos recuerdo que me dijo que la marihuana le había permitido conocerse más. -Mamá, si lees esto, acuérdate, todo es inventado- Hubo un tiempo que la gringa me encontraba de lo más shift and shy, es decir, tieso y tímido, pero ahora me encuentra de lo mejor. La fui a dejar como a las 4 o algo así. Vuelvo y me encuentro con ella, la lectora-escritora, en el GMail, trabajando turnos de noche. Después de varios mensajes quedamos de tomar desayuno en mi casa a las 9. Llevo tres días durmiendo 3 horas de promedio pero sentí que necesitaba conocerla, y ponerle ojos a sus palabras y manos a lo que escribe, y de verdad escribe bien. Y eso, definitivamente me seduce. Así que rogando a Morfeo que me soltara a las 8 para alcanzar a preparar todo, me tiré arriba de la cama tal cual llegué.
Y ella llegó como a las diez. Y pese a que había muchas cosas ricas que le preparé no comió nada, solo tomó café. Y me escuchaba mirando y yo la miraba escuchando. Y nos contamos un poco nuestras vidas, aunque por mi condición de comunicador precoz el que más contó fui yo. Me tengo que ir, dijo después. Almuerzo familiar. Y la fui a dejar abajo, entre los carabineros que cuidan al presidente y que me miran y saludan, pero que ya no entienden nada. Nada de nada.
Siento que también dejé de entender hace rato. Cuando tenía sueños. Ahora no tengo, para que no me los quiten.
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