Escribir es un sueño más profundo

En las andanzas por la red descubro una carta de Kafka a Felice Bauer: "En este sentido, escribir es un sueño más profundo. Como la muerte. Del mismo modo que no se saca ni se puede sacar a un muerto de su sepultura, nadie podrá arrancarme por la noche de mi mesa de trabajo cuando escribo".

Uf, me encantan esas ganas. Sólo la pantalla en blanco puede satisfacerlas. Bolaño escribía así. Y con esa carta me acordé de él, de su actitud ante la vida y la escritura. Pensar que tantos años sólo se dedicó, sin descanso, sin tregua y con una intensidad fuera de lo normal, a hablar en sus libros de sueños, de la muerte y el acto de escribir. Alguien contaba que cierta vez, pocos días antes de ser internado, Bolaño ofreció una espontánea y magistral clase en el arte de narrar: Repitió una y otra vez un chiste malísimo -que a él le parecía muy bueno- con mínimas variaciones o con drásticos cambios sin por eso alterar en nada la trama de ese chiste. Los que estuvieron ahí dicen que se pudo aprender mucho más que en años de taller literario.



Y yo voy igual a un taller de creación, donde la Pía Barros, voy a escribir y a escuchar, a que me digan donde perdí el hilo y cómo vuelvo, cuántas puertas y ventanas abrí sin razón alguna, qué pasó con la tercera lejana, la imagen metafórica y las claves del acontecer. Y es como un cable a tierra, es una de las pocas cosas que hago por mí y para mí. Y mientras siga viviendo solo, le voy a robar horas al sueño y escribir un poco más, todos los días, hasta que me duelan los ojos.

Creo que no hay otra manera. No se puede escribir de 9 a 5, hay días que el mundo se cae a pedazos y otros en que todo brilla, canta y salta. ¿Cómo no vas a escribirlo? ¿Còmo se hace para no escribirlo?

Cuando llegue la muerte a visitarme, le pediré un par de minutos para postearlo.